domingo, 3 de julio de 2011

Hay veces en la vida que hay que saber esperar...


19/08/10 / Grossglockner (Austria)



El primer lugar al que llevé las gafotas (una vez ya adquiridas en el País Vasco) fue Austria, un país especial y diferente, en el que la naturaleza es su mejor aliada. Teníamos una ruta organizada, por lo que cada día debíamos estar y visitar un lugar diferente. El 19 de agosto de 2010, nuestra objetivo era claro: ascender en coche hasta el monte Grossglockner (El Gran Campanario), la mayor montaña de Austria, y de los Alpes. La única manera de acceder a ella es a través de la carretera más espectacular que he visto en mi vida, una carretera de 45 km, rodeada de montañas y bosques, llegando a los 2.500 m en su punto más alto, y de una espectacularidad que la hace totalmente única. Pues bien, una vez recorrida dicha carretera con sudor y lágrimas, llegamos a la meta, el lugar desde donde se podía contemplar el Gran Campanario, y todas las cordilleras de los Alpes. Pero nuestra desilusión al llegar fue inmensa ya que no se veía nada!! Todo estaba cubierto por la niebla, y apenas veíamos a 100 metros de distancia. Una hora y media subiendo por la carretera para llegar y no ver absolutamente nada!!!! En ese momento, se nos plantearon dos opciones. O irnos y aprovechar el día haciendo otra cosa o bien esperar y esperar a que, por un milagro, se desvaneciera toda la neblina que nos impedía ver semejante maravilla. Por suerte, escogimos la segunda opción, y en cuestión de una hora, se produjo el milagro!! Fue como si Moisés viniera, y en lugar de separar los mares, separara la niebla, ya que se esfumó, dando lugar a los majestuosos y espectaculares Alpes!!!


Con esa experiencia aprendí varias lecciones, que he podido traspasar a la vida cotidiana y aprovecharlas para el día a día.


Hay veces en la vida que hay que saber esperar. Cuando no ves nada, y sólo hay niebla y oscuridad en tu camino, deja pasar las horas, los días , los meses, y ya verás como poco a poco esa neblina va desapareciendo, dando lugar a una pequeña luz y esperanza. Al fin y al cabo, el tiempo cura casi todos los males.



También me enseñó que hay que tener fe, como bien dice la canción "When you believe". No hay que rendirse, y hay que creer, puesto que cuando crees profundamente en algo, el 90% de las veces se hace realidad y se cumple. Así que cuando creas que todo está negro y no tiene solución, no desesperes, ten fe y cree, ya verás como todo tiene su recompensa.


La última cosa que aprendí en ese momento fue que a veces nos empeñamos en una cosa y no vemos más allá. Es decir, nos cegamos por nuestra propia visión o por nuestro pensamiento, y no dejamos fluir bien las ideas, lo que nos impide ver lo que hay detrás de ese tupido velo que nos hemos creado. Por eso, no hay que dejarse absorber por esas malas vibraciones o sentimientos negativos que podemos llegar a tener, sino que hay que abrir la mente, ver más allá y salir de esa penumbra en la que nosotros mismos nos metemos.


Así pues, que nuestros días sean siempre soleados, y que cada mañana nos levantemos con una sonrisa por poder vivir y compartir un día más en este camino de aprendizaje que es la vida, junto a nuestros compañeros de viaje, aquellas personitas que por mucho que cambien las cosas, o por muy lejos que estén, siempre van estar ahí, a nuestro lado.

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